Reflexionar sobre nuestros propósitos en la vida, como personas y empresarios, nos ayuda a encontrar fuerza, motivación y voluntad en momentos de incertidumbre. Este proceso de reflexión que acostumbramos a tener de manera individual y privada, debemos aplicarlo hoy en nuestra organización con el objetivo de sobrellevar este difícil momento. De esta forma, podremos ver el presente con más esperanza y encontrar las estrategias adecuadas para convertir las dificultades que estamos pasando en oportunidades para mejorar y crecer.
Siempre que hablo sobre la importancia del propósito recuerdo la siguiente cita de Viktor Frankl en su libro “El hombre en búsqueda de sentido: “No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona para sobreponerse a las dificultades externas y a las limitaciones internas, como la consciencia de tener una tarea en la vida”
Por supuesto, la realidad que aborda el autor es mucho más difícil que la que atravesamos hoy, pero su enseñanza sobre la importancia de tener presente cuál es la tarea que tenemos en la vida como motor para modelar la actitud con la que enfrentemos los problemas, es aplicable a cualquier momento en el que sintamos que todo está perdido, y que no tenemos ánimo para continuar esforzándonos, y sobre todo, para aquellos momentos en los que las razones de los problemas son externas a nosotros mismos.
En este momento, no podemos controlar las causas y no sabemos con exactitud cuándo se retomará todas las actividades con normalidad. Pero lo que sí podemos hacer es tener paciencia, resiliencia, sabiduría y tener la capacidad de reconectar con la misión de nuestra empresa y la razón de ser de nuestro propio trabajo en ella, para que cualquier paso que demos esté alineado con nuestros principios.
Para conectar con nuestra misión empresarial, preguntémonos ¿Qué es lo que le estamos aportando a la sociedad? y evaluemos nuestro rendimiento desde otro lugar mucho más integral y humanístico porque las empresas no son solo generadoras de capital y trabajo, también existen para responder a necesidades específicas de las personas, y mejorar su calidad de vida a través de los productos o servicios por los que trabajamos.
También somos parte importante porque estamos reconfigurando la manera en la que se construye la economía y el mercado: el 90% de las empresas del mundo son empresas familiares y en ese sentido el papel que jugamos dentro de la sociedad es ponderable, por eso importante que seamos capaces de destinar parte de nuestro capital financiero, recursos y esfuerzos en aquellos objetivos de largo alcance porque nuestro compromiso también es social.
De hecho, ya tenemos un sentido social desde nuestra base fundacional, porque hacer parte de empresas familiares ya implica un propósito a largo plazo: tenemos un legado que cuidar, y cuando hablo de legado no me refiero a bienes o activos, sino a un legado de valores, una actitud, una forma de ver las cosas que no termina cuando acaba una jornada laboral.
Por eso a los que formamos parte de una empresa familiar nos toca también defender no sólo un patrimonio, sino también el honor y reputación de un apellido.
Hagamos el ejercicio de averiguar, ante cualquier estrategia nueva que estemos diseñando, cómo se relaciona con nuestro propósito principal y visualicemos qué futuro queremos, ya que por más incierto que parezca hoy en cada decisión que tomamos día a día lo estamos construyendo.
Finalmente, además de recordar cuál es nuestro propósito y el compromiso con el legado familiar, es crucial que podamos contarle a nuestros clientes y consumidores finales las decisiones y cambios que accionemos en estos momentos. Poder comunicarles que es lo que estamos haciendo, el por qué y para qué de nuestras estrategias, nos ayudará para que las personas sigan reconociendo nuestros valores y nos sigan eligiendo.