La transformación es inevitable, es nuestro propósito interno y hoy, más que nunca, es necesaria. Es, sin duda alguna, nuestra única certeza, especialmente en los tiempos que vivimos donde el futuro es tan difícil de descifrar.
Antes generar un cambio en la sociedad, es imprescindible transformarnos nosotros mismos como personas, con el objetivo de poder contagiar la confianza y trascender para mejorar nuestro entorno.
La necesidad de transformación no es nueva, desde hace casi una década las empresas nos enfrentamos al reto de afrontar la Cuarta Revolución Industrial, que significa pasar de la era de la digitalización a la innovación basada en tecnología y áreas del conocimiento.
Recuerdo que fue en 2016 cuando se comenzó a divulgar este término. Ese año el alemán Klaus Martin Schwab, presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, mencionó que la Cuarta Revolución llevaría a un cambio radical en el sistema productivo y en el modo en que nos relacionamos unos con otros.
Desde entonces, como empresarios hemos trabajado en promover este nuevo panorama, que ya ha influido en múltiples ámbitos:
Nuestro rol está en lograr que esta transformación sea inclusiva. Porque el camino hacia la transformación ya es un hecho, pero tiene que ser una transformación en conjunto. Que debemos transitar sin demoras, para no ser los últimos en llegar.
Para ello, considero importante mantenernos abiertos a experimentar estos cambios, seleccionando los que incorporaremos a nuestras vidas y empresas, y cuándo lo haremos.
El título anterior puede sonar fuerte, pero es la cruda realidad. Si no nos transformamos, no tendremos cabida en el mundo y cito dos ejemplos que todos conocemos: el videoclub y la prensa. El primero no existe, el segundo está cambiando radicalmente su modelo de negocio para no seguir sus pasos.
Pero algunos, los más inteligentes, lograron adaptarse y tener éxito. Netflix, pasó de ser una empresa que alquilaba DVDs en California, a convertirse en la principal plataforma de video on demand del mundo. Los diarios ahora apuestan por las suscripciones digitales para mantener a sus lectores informados.
Otros, que no tuvieron la misma visión futurística ni capacidad de innovación, terminaron desapareciendo, como Kodak, en lo que al negocio de fotografía se refiere, que se no se supo adaptar al boom de la fotografía digital y cayó en bancarrota, y Blockbuster, que vio la llegada del Internet como una amenaza y hasta rechazo una oferta para comprar Netflix en el año 2000.
Por es importante transformarnos en radares de oportunidades y aprender a escuchar. Porque estamos todos incluidos. Y las propuestas de innovación pueden venir de cualquier lugar. Inclusive, de aquellos que no son nuestra propia competencia.
Las circunstancias que vivimos actualmente a causa del Covid-19 han hecho que transformarnos sea hoy el único camino posible. Y tal como Warren Buffet ha dicho, “cuando la marea baja, se ve que nadie nadaba desnudo”. La pandemia puso en evidencia las herramientas disponibles y la manera de dirigir de cada empresa.
El mundo ya no es el mismo y estamos obligados a replantearnos cultura laboral, procesos y formas. Desde el inicio de la crisis, en Metropol nos pusimos manos a la obra para adaptar nuestras operaciones en todas las áreas que cubrimos.
La transformación ya no es una opción, es nuestra única certeza y lo que nos permitirá continuar trabajando para dejar una huella en la sociedad. Para lograrlo, comencemos cambiando lo cotidiano para convertir la confianza en una visión transformadora, que nos haga tener éxito tanto en el presente como en el futuro que nos espera. Para poder así, transformarnos para transformar.